jueves, 1 de marzo de 2012

No hay razón alguna

El término fantástico, en la vida real nos remite a algo maravilloso, increíble o inexplicable que asociamos a una fuente poderosa, o suprema que es dueña de esa manifestación. La literatura ha explotado este género como ningún otro arte, esto quizás por el hecho de no estar exenta de una  realidad y verdad sin importar tiempo, o espacio.

Mi gusto por la lectura de género fantástico me ha llevado a compartirles este texto, que tampoco está lejos de nuestra realidad humana, y menos animal.


“Compré el mono en el remate de un circo que había quebrado... La primera vez que se me ocurrió tentar la experiencia, fue una tarde: los monos fueron hombres que por una u otra razón dejaron de hablar.

Agoté toda la bibliografía concerniente al problema sin ningún resultado. Sabía únicamente, con entera seguridad, que no hay ninguna razón para que el mono no hable. Esto llevaba cinco años de meditaciones…

Yzur era ciertamente un animal notable, sábese que el chimpancé es  entre los monos el mejor provisto de cerebro.

Decidí, entonces, empezar mi obra con una verdadera gimnasia de los labios y de la lengua de mi mono, tratándolo como a un sordomudo.

La gimnasia produjo su efecto pues a los dos meses ya sabía sacar la lengua para burlar.

Los labios dieron más trabajo pues hasta hubo que estirárselos con pinzas…Al fin aprendió a mover los labios.

Comencé, entonces, la educación fonética.

Dada la glotonería del mono decidí asociar cada vocal  con una golosina. Yzur las aprendió en 15 días.

Las consonantes me dieron un trabajo endemoniado, hube de comprender que nunca llegaría a pronunciar aquellas en que entran los dientes y las encías…

Pasaron tres años sin conseguir que formara palabra alguna.

Por despacio que fuera, se había operado un gran cambio en su carácter. Su sensibilidad se desarrollaba igualmente.

Iba notándosele una gran facilidad de lágrimas.

Las lecciones continuaban con inquebrantable tesón. Aquello había llegado a convertirse en una obsesión dolorosa, y poco a poco sentíame inclinado a emplear la fuerza.

Empezaba a convencerme de que nunca lo sacaría de su mutismo, cuando supe de golpe que no hablaba porque no quería…

 El cocinero, horrorizado, vino a decirme una noche que había sorprendido al mono “hablando verdaderas palabras”.

En vez de dejar que el mono llegara naturalmente a la manifestación del lenguaje, procuré imponérsela por la fuerza. No conseguí  sino las guiñadas hipócritas y la ironía en  sus muecas. Me encolericé, y  sin consideración alguna le di de azotes, lo único que logré fue su llanto, y un silencio absoluto…

A los tres días calló enfermo, en una especie de sombría demencia…

Mejoró al cabo de mucho tiempo, quedando, no obstante, tan débil que no podía moverse de su cama.

El demonio del análisis, impulsábame, sin embargo, a renovar mis experiencias...

Comencé muy despacio, pidiéndole las letras que sabía pronunciar. ¡Nada! , háblele con oraciones breves, procurando tocar su fidelidad o su glotonería. ¡Nada!. Por momentos deseaba que se volviera loco, a ver si el delirio rompía su silencio”...


***Extracto del cuento “Yzur” de Leopoldo Lugones (1874-1938). Género fantástico.

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