sábado, 21 de enero de 2012

Y un día en el edén…

Ahora les comparto un fragmento de un cuento humorístico de Mark Twain. Además de hacer reír a aquellos que tengan la disposición de mofarse de su propia especie. También  deja una reflexión hermosa sobre la convivencia humana.

Sin dar más pistas de que trata el relato (para aquellos que no lo conocen) empecemos  el recuento de la semana: 



Lunes: -Este animal nuevo está resultando muy entrometido. Siempre merodea en torno de mí y me sigue a donde yo voy. Esto me desagrada; no estoy acostumbrado a tener compañía, debería quedarse con los demás animales.

El día está nuboso, creo que tendremos lluvia. ¿Tendremos? ¿Nosotros? ¿De dónde he sacado esto de nosotros?...Así habla el animal nuevo.

Martes: -…Sin darme tiempo a protestar, el animal nuevo va poniendo nombre a cuanto se alza ante nosotros…

Miércoles: - Me construí un cobijo para defenderme de la lluvia, pero no hubo modo de que lo disfrutase yo solo en paz. Se metió el animal nuevo, y ante mis intentos de expulsarlo empezó a derramar agua por los agujeros que le sirven para mirar,  y luego se los secó con el revés de sus garras, y dejó oír un ruido semejante al que hacen los demás animales cuando sufren.

Jueves:- …Para esta finca, yo tenía pensado un nombre que suena bien y es bonito: Jardín del Edén. Pero el animal nuevo afirma que todo el jardín está compuesto de bosques, rocas, paisajes, por lo cual no se parece a un jardín; sino a un parque.

Viernes:- Le ha dado por suplicarme que no me lance por las cataratas. ¿Qué daño hay en ello? Me asegura que le entran escalofríos cuando lo hago. ¿Por qué?

Me siento aquí muy coartado. Necesito cambiar de panoramas

Sábado:- Me fugué el pasado martes por la noche, caminé dos días y me construí un refugio, borrando mis huellas hasta donde me fue posible, pero dio conmigo… gracias a un animal que ha domesticado y al que llama lobo.

Domingo:- Esta mañana encontré al animal nuevo cuando trataba de echar abajo, con terrones, alguna manzana del árbol prohibido.
 

***Lunes:- El animal nuevo dice que su nombre es Eva…

Dice que no debo usar la palabra él, sino la de ella, cuando hablo de su persona. Sobre eso habría que hablar probablemente mucho, a mi me es igual; me tendría sin cuidado lo que a ella se refiere, si se las arreglase para vivir sola y sino me hablase.

Domingo:-Mal, que mal se pasó

Martes:-Ella me ha contado que la hicieron de una costilla arrancada de mi cuerpo…esto es para ponerlo en duda, yo no he perdido ninguna costilla.

Domingo:- Mal, que mal se pasó

Martes:- Le ha dado por una serpiente. Esto ha regocijado a los demás animales porque andaba siempre haciendo experimentos con ellos, yo me alegro también porque la serpiente habla, y eso supone para mí un descanso…”



***Extracto del cuento “El diario de Adán y Eva” (El diario de Adán) de Mark Twain.


viernes, 13 de enero de 2012

El alma de una sirena

Un soplo, o un aire sutil, la presencia del alma siempre me ha parecido un ingrediente interesante en cualquier lectura, ya sea porque encierra un misterio de algo fabuloso por ocurrir, o porque su sola mención predice salvación o condenación.

Les comparto un extracto de uno de muchos relatos que me siguen llamando la atención,  leídos o no por ustedes que lo disfuten.

Le dejo la incógnita de cuál puede ser el alma de la sirena.


“…Una tarde el pescador llamó a la sirena y le dijo: -Sirenita, sirenita yo te quiero. Seamos novios porque estoy enamorado de ti.

Sin embargo, la sirena se negó moviendo tristemente la cabeza, mientras decía:
-Tienes un alma humana. Solo podría amarte si tú te desprendes de tu alma.

Entonces el joven pescador se dijo: 
- ¿De que me sirve mi alma? No puedo verla, no puedo tocarla, no la conozco. La despediré y poder ser feliz, extendiendo los brazos hacia la sirena le dijo:


 - Expulsaré a mi alma, y entonces seremos novios, y viviremos juntos en lo más profundo del mar, y me mostrarás todo lo que has cantado, y yo haré todo lo que quieras, y ya nunca podrán separarse nuestras vidas.

La sirenita rió alegremente escondiendo el rostro entre las manos.

-Pero ¿Cómo podré desprenderme de mi alma?- preguntó el pescador-. Dime qué debo hacer y lo haré ahora mismo.

¡Ay! -repuso la sirenita-. ¡Yo no sé!

 Los hijos del mar no tenemos alma.

Lo miró con sus ojos ardientes y se hundió en lo profundo…”
 

***Extracto del cuento: “El Pescador y su alma” de Oscar Wilde.