lunes, 26 de marzo de 2012

© Y en un día cometa

***Si  lo vives, recuerda que yo también lo viví.














No es que me inspire,
es que aprendí a verle comedia
a la tragedia de este lugar.

 El sitio es considerable,
sus cosas, sus gentes.
No son lo que parecen ser,
pero a la vez son.

Cada mañana el lugar es gastado
por trogloditas esbeltos,
sus harapos advierten la hora
de la liquidación.

Es entonces cuando se escucha el venir del
dragón de los mil pies.

Pero no ha venido solo.
Risas escandalosas, y pisadas de animal
avisan algo: hombres salvajes bajan de las
montañas.
Al poco rato huyen,
y los mansos
les siguen.
  
Parece ser que han escuchado
los rieles de la máquina
que conduce el hombrecillo azul,
sus pies apuntan a la izquierda
¿Mala suerte?
¿O zapatero equivocado?

Los trogloditas siguen con su ritual,
sin siquiera percatarse del hombrecillo;
pero un espeluznante grito
les hace usar por
primera vez sus ojos
para “observar”:

Un gigante con dientes filosos
devora las extremidades
de una doncella,
que sin ser de piel, ni huesos,
no esta exenta del dolor
de sobrevivirse.

El guardián de la montaña
también la ha escuchado.
Ha bajado a cuestas con la única
cruz de fuego, y agua, y
con el único cristo
que hace milagros.

Sin embargo, el dragón de los mil pies
no está hoy de buen humor.
Ha lanzado a un hombre al abismo horizontal,
y ha regurgitado a otro por imperfecto,
no le parece que el guardián venga a figurar
en esta hora pico con sus insignificantes
estacas.

Decisión nada amigable para el peluquero:
el único amigo fiel de todo este lugar.
Es manco, su peor enemigo
le mutiló la mano: una rata,
esta se había ganado su amistad, y algo más;
pero bastó un desliz de ambos para que aquél
se adelantara, y la dejara mocha.

Desde entonces este se dedica a salvar vidas,
y esta vez no es la excepción.
Con valentía se enfrenta al dragón
(Le obsequia una caja de puros cubanos,
que este fumó a placer).

Con el resucitar de la doncella
el día acaba, los trogloditas
dejan su rol y vuelven al ayuno,
los salvajes regresan civilizados,
el hombrecillo azul toma  un
nuevo color; y el peluquero, ahora cojo,
pide otra oportunidad a la rata.



***Relato inédito. Inspirado en mi diario vivir. ¡Pintado de colores!

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