Él se
dedicó a observarla largo rato.
Llegaba el
momento en que debía dirigirle esas palabras; sin embargo su especial condición
obligaba que cada una de estas fuera escogida con sumo cuidado.
No se fuera ella
a ofender.
No sería fácil
convencerla, pensó. Al contrario, solo bastó un movimiento suave, como brisa en
tarde de verano para que ella aceptara marchar con él.
La quería, cuánto
la quería!... ¿Pero era suficiente?
Cuidó cada
detalle para que se sintiera a gusto en su viaje. Su primer viaje.
Sintió verla un
poco más pálida de lo habitual, más frágil que de costumbre.Quiso desvirtuar
esas señales pasajeras, como muchas de ella. Recordó la vez en que le hizo
creer que había caído en un sueño profundo, en coma, con tal de retenerlo a su
lado.
Pero hoy no se
jugaba el chance. Debía asegurarse llegara sana y salva a su destino.
Él, como nato
explorador, había conocido cada rincón conocido, y desconocido, así como sus
gentes, desde los seres más humildes de la tierra, hasta los más soberbios. Sus
invenciones, ideas, propósitos…
Siendo ella tan
vanidosa y orgullosa aceptó contenta de él ese objeto único para su especie que
había traído de muy lejos, ella era la primera en probarlo.
Ahora su
fragilidad quedaba atrás, sus labios enrojecieron como nunca. Su belleza estaba
en su esplendor.
Ese viaje era lo
que necesitaba desde hace mucho, pensó. Esa ciudad le parecía ya demasiado
pequeña, se decía, incluso maloliente, y disfrutaba el saberse única en sus
características físicas e intelectuales, a cientos, quizá, miles de kilómetros.
Le recordaba a
alguien, se preguntaba él ansioso, y vacilante unos días antes
de decidir partir ¿Pero a quién? ¿Serían sus pies descalzos al danzar como
las bailarinas árabes? ¿O sus profundos ojos como las jóvenes del desierto?
No…era toda ella.
Hoy era hora de
dejar ese sitio juntos... ¿Pero por cuánto? En otras circunstancias la
hubiera llevado más lejos, pero no tenía más opción, ahora podía recordarlo
todo, a donde él iba alguien ya lo esperaba.
Luego de muchas
semanas de andar los dos, habían llegado a su destino...
Al destino de
ella: El jardín de las rosas. Ahora ella era una entre el montón.
***Texto Inédito, inspirado en “El Principito” de
Antoine de Saint Exupéry. Dedicado a Octavio, un Principito de carne, y
hueso que hace tres años cayó desde una estrella.